A la mayoría de las personas que vienen a mi consulta con
dificultades en la pareja se les puede ver intacto el amor profundo que sienten
hacia la otra persona por mucho que digan que apenas ya no sienten nada por el
otro o que quieren romper (por supuesto, no estoy en contra de que nadie rompa
una pareja, sino que hablo del amor que une a dos personas a pesar de las
divergencias). El amor está al fondo intacto recubierto de una capa aislante, y
con lo que se contacta diariamente es con una superficie amarga donde
habitan las discusiones perpetuas o las desavenencias que hace que nos
distanciemos del otro de un modo físico o emocional, pero no del amor profundo
que es algo mucho más puro. Es como si todo ese juego, esa guerra se produjese
a nivel superficial, alejado de la verdad más real, el amor, el cariño profundo
por esa persona que ha sido durante años nuestro compañero. Las desavenencias
impiden sentir ese cariño, pero cuando se toca, cuando se bucea, y se llega a
él, dejando a un lado por un momento todas las diferencias, se suele reconocer
con facilidad, si hay honestidad.
Cuando una persona sigue en
pareja siempre es porque le compensa, de alguna forma recompensa, aunque nos
cueste reconocerlo. Cualquier relación o mecanismo que no nos guste, se
mantiene vivo porque recibe algo a cambio, si no compensase, ya no estaría en nuestras
vidas. Muchas veces la otra persona nos puede ofrecer una estabilidad o una
seguridad económica, una tranquilidad, una compañía, el miedo a la soledad, a
la incertidumbre, a un futuro solos que nos da pavor enfrentar,…, lo que sea,
es bueno reconocerlo, para verlo con más claridad.
¿Qué es lo que nos une a
nuestro/a compañero/a a día de hoy?, ¿qué es lo que nos separa y no somos
capaces de aceptar?, ¿qué parte de nosotros no está trabajada y le metemos toda la
carga a la otra persona?, el culpable siempre es el otro,
no nosotros mismos. Es más sencillo ver los defectos y la culpa en el otro que
en nosotros mismos.
Muchas veces se piensa que si
el otro fuese y actuase como yo quiero, no tendría estos problemas. Simplemente
con que se amoldase a mí, ya desparecería todo malestar, pero eso no es querer
a la otra persona, es buscar sólo nuestro propio bienestar, y esto también es
algo que cuesta ver. Estamos tan metidos en nuestras carencias que nos cuesta
contactar con el otro.
Deseamos que la persona nos
satisfaga, y ese deseo nos impide ver a la persona que tenemos delante.
Si se adapta a lo que tú eres
y quieres, ya deja de ser el otro, se hace un fantasma de ti, pero él o ella,
con su idiosincrasia, y su peculiaridad, ha desaparecido.
Muchas personas dicen: “Sólo
con que renuncie a mí un poquito, ya me vale”, pero aunque sea en ese poquito,
ya se ha perdido también un poquito la otra persona. La cuestión no es llevar
al otro a mi terreno, y que pierda un poquito, sino facilitar la existencia de un
acuerdo mutuo, en el que los dos ganen.
Existe mucha dificultad
en encontrar un consenso entre los dos miembros de la pareja, que las dos voces
se hagan oír, tan válida es una como la otra, aunque generalmente lo que
hacemos es lo contrario, intentar salirnos cada uno con la nuestra, anulando al
otro.
Generalmente, en pareja,
las situaciones se ven en blanco y negro, en extremos, o gano yo y pierde
él, o pierdo yo y gana él, ¿por qué siempre tiene que haber un perdedor y un
ganador?, ¿por qué no se llega a un consenso?, en el que como mucho, cada uno
gana y pierde un poquito, o lo mejor que los dos ganemos. Si uno quiere ir a la
playa y otro a la montaña, ¿qué tal si un día vamos a la playa y otro día a la
montaña?, o, ¿qué tal si buscamos un sitio que tenga playa y montaña?, que los
hay, o, ¿qué tal si vamos a otro sitio que nos guste a los dos y que no sea ni
playa ni montaña?.
Le cuesta tanto al que siempre
está acostumbrado a “ganar”, ceder, como al que se acomoda a “perder”, defender
su lugar. Es un juego difícil para los dos, por eso siempre uno dirige y el
otro afloja, pero a la larga esto suele generar desgaste, resquemor, e
insatisfacción crónica. Carga a uno igual que al otro. Al que siempre tira, y
en apariencias parece que “gana”, porque se hace lo que él quiere, le agota
siempre dirigir, querría que las cosas fuesen de dos, de “dos”, pero siguiendo
su deseo, y el que “pierde”, suele tener la autoestima baja, y necesita
enfrentarse a ello, necesita responsabilizarse de su vida, y saber tirar hacia
adelante. Éste es un juego eterno, que más que dar satisfacciones, desgasta.
En la pareja hay muchas
variables a tener en cuenta. Otra es la intensidad con que se vive todo. Lo que
de alguna manera, nos ocurre con todo el mundo, en la relación de pareja se
vive, a veces, insoportable por la excesiva intensidad.
Si siempre hemos sido personas
carentes de cariño, y necesitadas de un abrazo. Eso que siempre hemos demandado
de forma anhelante en las relaciones personales de una forma más sutil, esperamos
que cambie radicalmente con la pareja, creyendo que nos ofrecerá todo el
bienestar que durante tiempo carecimos, así que la pareja ha de
ser la pitonisa de turno, y con su bola de cristal imaginar todo lo que le
gusta a la otra persona, para que sin que ella diga mucho, obtener todo lo que
quiere. Es demasiada expectativa cargada en una simple y mortal persona que de
poderes extrasensoriales no tiene nada, y que también tiene sus carencias, y
demandará con la misma intensidad que la otra, así que están destinados a no
encontrarse y desilusionarse, ya que si pides un 1000, y te dan un 100, es una
decepción.
Cuando tenemos pareja nos
creemos con el derecho de tener un chupete eterno que no nos puede decir a nada
que “no”, algo que no ocurriría en otra relación cualquiera de amistad o
familiar, así que la exigencia es total, y es tal la presión y las demandas de
perfección a la que sometemos a la otra persona que vivimos con terror el
que nos pueda abandonar de agotamiento, así que el miedo a desilusionar y que
nos desilusionen se vive intensamente, mezclado con exigencia, expectativas y
demandas exageradas. El otro me tiene que dar TODAS las caricias que mi madre o
mi padre no me dio, y esa es una carga muy pesada para la otra persona.
Generalmente se encuentran
personas con un grado carencial parecido, eso no quiere decir que demanden del
mismo modo, cada uno demanda a su manera, y la mayoría de las veces de forma
muy diferente, para poder soportarlo, ya que dos que demandan de la misma
forma, suelen no soportarse, así que al demandar de manera diferente, se
toleran, pero también se aíslan, no se entienden, ya que, por otra parte, su
lenguaje es distinto.
Si uno, por ejemplo, demanda
espacio para ser, independencia en sus movimientos, y el otro pide cariño y
apego para sentirse querido, entenderán el respeto y el bienestar de forma
diferente. El chico, que es el que generalmente demanda más libertad y espacio
para hacer lo que le guste, sin tanto apego ni contacto corporal, entenderá el
cariño y bienestar cuando la otra persona le ofrece lo que él quiere, es decir
más libertad y desapego, que le dejen estar con sus amigos, a su aire, sin
tanto reproche… y sentirá el contacto prolongado (abrazos, caricias, besos…)
como algo más intrusivo que la mujer que generalmente lo demanda de
forma más intensa, con más necesidad.
El contacto lo viven de forma
diferente (generalizo de esta forma, hombre o mujer, porque es lo que
frecuentemente me encuentro en mi consulta, pero por supuesto que se da hombres
necesitados de abrazos, y mujeres más desapegadas). Él no necesita el contacto
tan continuado como ella, y la mujer, generalmente entenderá el cariño desde el
contacto y el abrazo continuo, así que están predestinados a no entenderse, y
muchas veces a creer que el otro no le respeta y no le quiere, si no le da lo
que necesita. SE CONFUNDE AMOR CON LA FORMA EN QUE UNO AMA. Si una persona
no da caricias, y la otra las quiere, ésta última entiende que NO LE
QUIEREN si no es acariciada, y esto sí es una distorsión, porque no ve que CADA
UNO QUIERE A SU MANERA.
Generalmente las carencias las
traemos de casa, y con ellas nos encontramos en pareja,
dificultando mucho el encuentro real con el otro. Aquello que buscamos tan
desesperadamente en otras personas es lo que no nos dieron de pequeño,
y lo reproducimos en relaciones posteriores con amistades, con relaciones de
cualquier tipo bien sea laborales, de amistad, con hermanos….., la diferencia
con la pareja es la intensidad. Tiene una intensidad parecida a la relación
primaria, a la de la madre, y aquello que no se vio cumplido con ella, se
demanda en el otro. Así que la relación de pareja es una caricatura perfecta de
aquello que nos ocurrió y nos ocurre en la vida en menor intensidad, y por ello
más soportable. Lo bueno y lo malo en la pareja se vive más fuerte que en otras
situaciones, por eso la pareja vale mucho como trampolín para trabajar toda
nuestra vida. Es, en cierta manera, como si trabajásemos con la madre, que es
la conexión más fuerte, más dolorosa, y más amorosa terapéuticamente hablando.
Es como si trabajásemos con la madre pero actualizada, y ésa es una herramienta
valiosísima para trabajarnos a nosotros mismos completamente, que es en
definitiva lo que nos hará más libres y más felices, centrados para afrontar cualquier
situación de la vida con cierta confianza y autoestima, lo que hará que
actualicemos nuestras necesidades, sin volcarlas todas en la otra persona que
consideramos como nuestra tabla de salvación, y que sin ella la vida no tiene
sentido, aunque ni nos guste nuestra vida en pareja.
En el fondo de cualquier
insatisfacción, de cualquier problema, estamos nosotros y nuestras dificultades.
De lo que se trata es de encontrar recursos para vivir la vida de una forma más
autónoma, sin tantas expectativas, y exigencias puestas en la otra persona que
nos permita aflojarnos, y disfrutar más de la vida, tanto en pareja como
libremente. La vida no se reduce a dos personas, es más extensa, es inmensa.
Existe mucha gente, mucha diversión,…, y aunque nuestra pareja sea nuestro
centro donde órbita todo, al menos que sea un centro nutritivo, no algo
neurótico, una relación que te facilite la vida, no que te la empeore, es
decir, lograr vivir más sueltos, más libres, más responsables de nuestra vida,
menos dependientes y apegados, y en definitiva, que es de lo que se trata,
disfrutar más de esa compañía sin tanta distorsión. La pareja puede ser un
aprendizaje brutal para la vida.
Cuando hablaba de que existe
un amor profundo en todas las parejas que yo haya visto, es así, eso no
significa que esté a favor de que todas las parejas han de seguir juntas, y
buscarse. Puedes amar mucho a una persona, y entender que ya no tiene sentido
seguir juntas, o puede ser que al ver ese cariño latente todavía creas que
merece la pena luchar por lo que hay. Eso depende de cada uno. De lo que sí
estoy en contra es de estar juntos por estar, estar muriéndose en pareja. Si no
se puede o no se quiere ver nada más, mejor pasar página, y buscar otra vida
antes de continuar languideciendo absurdamente toda el tiempo al lado de
alguien con el que te pasas el día peleado, en reproches continuos. Eso es una
vida sin sentido, tirada.
También puntualizar que si una
persona no trabaja sus carencias, repetirá una y otra vez sus neuras aunque
haya cambiado de persona. En muchas ocasiones uno dice “¿cómo es posible que se
me repita esto una y otra vez con diferentes parejas?. Si uno no cambia, es
difícil que pueda cambiar el entorno. Atraes lo que eres. Primero hay que
cambiar, y después te vendrá la persona adecuada a lo que eres.
Dori Pena Gayo – Psicóloga y
Terapeuta Gestalt
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