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Psicoterapeuta Gestalt individual y de grupos. Sexólogo clínico. Docente México |
por sus bordes, sin embargo, si el cartógrafo es
suficientemente capaz, ningún camino será
interrumpido por el margen. Si además en un ser
imaginativo, el camino realmente empezará
apenas en ese punto…”
(Goran Petrovic)
Me gustan las
preguntas. Tienen algo de puerta siempre abierta, de ligereza y de humanidad
que no tienen las respuestas. Las preguntas son esbozos, posibilidades,
mientras que las respuestas se creen definitivas. Las preguntas van desnudas
por el mundo mientras que las respuestas usan traje y corbata. Las preguntas
danzan y las respuestas marchan. Las preguntas son senderos no explorados y las
respuestas autopistas con señalamientos. Las preguntas son selva y las
respuestas jardín.
Me dispongo a
escribir estas páginas partiendo de una pregunta, o de varias, y lo hago
sabiendo que no habrá una respuesta, al menos no una definitiva.
¿Cuál es la
propuesta educativa del enfoque Gestalt? ¿Existe tal propuesta? ¿Podemos
construirla?
No me refiero al
uso de técnicas o ejercicios gestálticos en espacios educativos, que de eso hay
mucho, sino a la posibilidad de partir de nuestra teoría para hacer una
propuesta educativa propia, o dicho de otro modo: mirar el proceso educativo
desde la Gestalt.
Según Goodman,
la educación es tan terapéutica como la terapia es educativa (Schoch 2000 p.87)
Suena bien. Me gusta y suelo repetirlo. Cotidianamente ratifico que sucede algo
educativo en el consultorio. Me es mucho menos claro lo otro: ¿De qué modo se
vuelve terapéutico lo ocurrido en un salón de clases? ¿Cómo hacerlo posible?
Cuando pienso en
educación, recurro siempre a las palabras de Sylvie Schoch al referirse al
crecimiento:

Me parece que
este es el objetivo de la educación, y que educar, entonces, desde una
perspectiva gestáltica, es el proceso de acompañar y co-crear un espacio en
donde esto sea posible, es decir: dejar sitio a lo que no es nosotros, hacernos
complejos, convertirnos en presencia acogedora, dejarnos fluir.
Desde nuestra
visión esto no ocurre sino en la experiencia: se aprende en la experiencia,
aprender es experimentar y la experiencia es lo que ocurre aquí, ahora y entre
nosotros.
La experiencia,
dice Jorge Larrosa, filósofo y educador español (Larrosa 2006 p.14-15), siempre
es experiencia de algo: algo que no soy yo, algo ajeno o extranjero a mí. La
verdadera experiencia, el verdadero aprendizaje ocurre cuando lo que me pasa no
se ajusta al nombre que quiero ponerle, cuando aparece algo fuera de lugar o en
un lugar no previsto, cuando me sorprende. Lo que es muy semejante a la idea
gestáltica de que el contacto –y luego, el crecimiento- sólo ocurre ante la
novedad.
Sin embargo, no
basta estar ante lo nuevo, ante lo que no soy yo, para aprender. Sylvie Schoch
nos recuerda que solo crecemos cuando dejamos sitio en
nosotros a aquello que no es nosotros, para que entonces lo sea, ampliándonos
(densificándonos, complejificándonos).
Para Larrosa
esto significa que la experiencia siempre es reflexiva (Larrosa 2006 p.16), es
decir, salgo de mí hacia lo otro y luego vuelvo a mí de nuevo. Aquello otro no
permanece afuera sino que entra en mí, tiene efectos en mí, me afecta, deja una
huella, una marca o una cicatriz.
Dicho de otro
modo: la experiencia es lo que nos ocurre, y aunque esto parezca algo obvio no
siempre lo es. Todo el tiempo ocurren cosas, todos los días presenciamos cosas
que ocurren, incluso podemos opinar acerca de ellas, y sin embargo, la mayoría
de esas cosas pasan sin dejar huella, rápidamente sustituídas por otras cosas.
No nos tocan, no nos mueven, no nos pasan. Por
eso vale la pena repetir lo dicho antes: sólo aprendemos en la
experiencia y la experiencia es lo que nos pasa, y en última instancia, lo que
nos transforma.
Me parece que
desde nuestra perspectiva, el docente es un creador (un co-creador) de
situaciones que permitan la experiencia y el aprendizaje de sus alumnos.
Vale la pena
recordar que la experiencia es intransferible: nadie puede darme su experiencia
ni yo puedo dar mi experiencia a otro; lo que sí podemos es ponernos en
relación con la experiencia de los otros y co-crear, con los otros, nuestra
experiencia.
¿Cómo traducir
esto a una experiencia educativa? ¿Cómo interviene un educador desde la
Gestalt?
Propongo algunas
ideas que quizá sean útiles:
Atender a la
situación
En primer lugar,
atender a la situación tal y como ocurre. Esa atención permite al docente
descubrir el potencial educativo que late en cada situación, cualquiera que
ésta sea: un evento que sucede en el entorno, un programa de televisión que
está de moda, un conflicto que surge entre los alumnos, una emoción que aflora…
y entonces es capaz de co-crear aprendizajes a partir de esa situación.
Permitir y
abrirse a lo que está surgiendo, tal y como está surgiendo para aprender de
ello; o también –y para decirlo en término gestálticos- energetizar el fondo
para que de él surja alguna figura común de la cual aprender sin por ello
renunciar a las otras figuras alternativas que puedan emerger en cada alumno.
Otra
posiblilidad es la de proponer situaciones y experiencias que generen
aprendizaje tal y como hacemos en el consultorio al diseñar un experimento, lo
que implica arriesgarse a situaciones de urgencia de alta
intensidad, es decir: problematizar, inquietar, llevar a los
educandos a ese estado especial en donde no queda otro remedio que crear una
respuesta nueva.
Siempre será
importante que la situación propuesta sea lo suficientemente abierta como para
que surjan varios resultados posibles y no uno solo. Abrir y ampliar en
lugar de limitar y encerrar.
“Proponer
el misterio”, leí hace poco, y la expresión me encanta: proponer el
misterio que despierte en los alumnos el deseo de develarlo, y al develarlo,
aprender. Sonrío: ¡El educador es un sembrador de misterio!
La riqueza de la función
ello.
Me parece
necesario incluir el trabajo con la función ello en el espacio educativo: dar lugar al cuerpo,
a las sensaciones, a las emociones que surgen aquí y ahora. Creo que esto se
deja de lado muchas veces, o se atiende sólo en el trabajo con niños pequeños.
Nuestra
propuesta se caracteriza por ir más allá de lo meramente intelectual -sin que
eso signifique despreciarlo-. Creemos que una verdad esencial vive en nuestro
cuerpo y en nuestra emocionalidad, que allí está nuestra primera guía e
información acerca del Campo. ¿Qué huella deja en el cuerpo un aprendizaje?
¿Qué sentimientos surgen ante aquello? ¿De qué modo esas sensaciones y esos
sentimientos amplían o dificultan mi posibilidad de aprender?
No puedo
imaginar una propuesta educativa gestáltica que no ponga especial atención a la
increible riqueza y complejidad de la función ello del self, y no sólo a la
que sucede en cada alumno individualmente, sino a la que ocurre y es co-creada
por el grupo, en eso que Delacroix llama fondo o ello grupal (Delacroix 2010 p.25).
Sin duda, al
decir que es necesario atender y trabajar con la función ello, incluyo también al docente. En él o ella,
tanto como en los alumnos, suceden reacciones, sensaciones y emociones ante lo
que ocurre en el Campo, y todo lo que le sucede contribuye a la co-creación del
fondo grupal. Si el docente no es conciente de su propio cuerpo y su propia
emocionalidad en la situación grupal, poco podrá hacer para acompañar a los
alumnos en esa exploración. Darse cuenta, sí, y luego ser capaz de usarlo en
beneficio del grupo. La autorrevelación, esa herramienta poderosa y delicada, puede
ser un camino para empezar o profundizar en ese trabajo con los alumnos. Al
igual que en la terapia, en el proceso educativo el docente es su propio
instrumento.
Elección y agresión
Construir un
espacio educativo donde sea posible elegir; y al decir elegir, incluyo la
identificación y la alienación, esas dos posibilidades de la función yo del self; el aceptar y el rechazar; el decir SI y el decir
NO a la novedad que se nos presenta.
No es posible
aprender sin agresión, en el sentido gestáltico del término, es decir: ir hacia
lo nuevo y manipularlo, cuestionarlo, destruirlo, transformarlo. Destruir para
luego re-construir, de modo que la novedad pueda ser asimilada e integrada, en
lugar de simplemente introyectada. . “… la aniquilación, la destrucción,
la iniciativa y la rabia son esenciales para el crecimiento”, nos recuerdan
Perls y Goodman (PHG II, 8, 5, 1).
Desde la visión
Gestalt no hay conocimientos intocables, y eso incluye a la propia teoría
Gestalt; siempre es válido y rico disentir. Siempre se puede no estar de
acuerdo. Educar así, supone valorar la duda y cuestionar lo fijo y lo
inmovil, lo que se pretende intocable.
Peter Handke
(2003), el escritor austriaco lo dice de forma hermosa: “Sólo puedo amar a
aquellos que poseen un lenguaje inseguro; y quiero hacer inseguro el lenguaje
de aquellos a quienes amo”. Y es que sólo desde el cuestionamiento y la duda es
posible aprender.
Vuelvo a las
palabras de Schoch: dejar sitio a lo que no es nosotros, y eso implica
justamente dejar sitio, abrir un espacio, un
vacío hecho de dudas y preguntas sin respuesta. Cuando creemos ser dueños de la
verdad y de las respuestas –seamos alumnos o docentes-, simplemente no queda
sitio para aprender. Necesitamos de eso que Peter Jarvis llama la disyunción:
“Cuando damos
por descontada una situación (…) pasamos a una modalidad de no aprendizaje.
Esto es la habituación (…) No obstante
cuando un estudiante o un profesor no puede dar por descontada una situación,
se produce una oportunidad potencial de aprendizaje. Estas son situaciones de disyunción (…) La disyunción –saber que no
sabemos- es fundamental para nuestra comprensión del aprendizaje. Es
significativo que concluyamos que, en su mayoría, aprendemos en situaciones
disyuntivas, de modo que si la experiencia de nuestro aprendizaje se traduce en
una excesiva habituación, podemos dejar de aprender”. (Jarvis 2006, p. 80-81)
Educar con una
visión gestáltica supone no imponer respuestas, sino ayudar a develarlas, a
co-crearlas en la experiencia, y luego, a cuestionarlas. No se trata de conocer
verdades ya establecidas sino de descubrirlas e interpelarlas.
Valorar la
diferencia y aprender del conflicto.
A diferencia de
la educación más tradicional que busca la uniformidad y lo homogéneo, la
propuesta gestáltica valora la diversidad y ve en la diferencia la posibilidad
de crecer. No se trata solamente de “aceptar” las diferencias o de
“tolerarlas”, sino de crear espacios donde la diferencia surja y sea posible.
Se trata, creo, de mirar al otro; el otro es impredecible, es lo incierto, lo
cambiante, la más arriesgada novedad; el otro siempre supone una diferencia, y
un cuestionamiento. La única posibilidad de alejarse de esa incertidumbre es
alejarse de los otros, o al menos construir muros que nos separen y que nos
salven de los diferentes. Pero entonces nos empobrecemos, refugiados en una
supuesta seguridad.
Aprender, desde
la perspectiva gestáltica, es diferenciarse, apreciar la diferencia y
enriquecerse de ella. No evitar sino acoger la diferencia y nombrarla, pues es
allí donde está la oportunidad de crecer: en lo que no soy yo, en lo que parece
fuera de lugar, en lo no esperado.
Sin duda, la
diferencia puede generar conflicto. Pero la Gestalt no teme al conflicto (yo
sí), por el contrario, ve en él una posibilidad de crecimiento, de tocar
nuestras fronteras y de re-hacernos. El conflicto permite aprender,
mientras que la pacificación prematura del conflicto conduce a la neurosis. “En
cada agresividad, por lo tanto, es posible rastrear una intencionalidad de
contacto, y en cada conflicto existe una potencialidad de mejorar el contacto
(…) ¿Qué intencionalidad para la co-creación de la relación hay en las partes
implicadas en un conflicto específico? (…) Atravesar el conflicto significa
tener confianza en la autorregulación de las relaciones”. (Spagnuolo 2013
p.174)
Cuando hablo de
diferencia no me refiero sólo a las diferencias de raza o de cultura, sino
también a la diferencia en las capacidades y en las limitaciones que viven en
cada alumno.
Daniel
Pennac, escritor y maestro francés, tiene un hermoso libro: Mal de Escuela, donde habla de la importancia del
trabajo de los docentes justamente con los alumnos con más dificultades, los
más limitados, que son los que suelen quedar excluidos en la educación
tradicional.
“El problema es
que queremos hacerles creer en un mundo donde solo cuentan los primeros
violines. Y que algunos colegas se creen unos Karajan que no soportan dirigir
la banda municipal. Todos sueñan con la Filarmónica de Berlín…” (Pennac 2008
p.76)
Sí, quizá todos
los docentes deseamos esos alumnos perfectos, comprometidos y brillantes,
alumnos “golosina” les llama Pennac; pero el trabajo central está con los
otros.
Él (Pennac), era
un pésimo alumno, uno de esos diferentes condenados a quedar atrás, a ser
desechados porque no se ajustan a las expectativas del sistema; pero encontró
maestros capaces de mirar esa diferencia e incluirla:
“Los profesores
que me salvaron –y que hicieron de mí un profesor- no se preocuparon de los
orígenes de mi incapacidad escolar. No perdieron el tiempo buscando sus causas
ni tampoco sermoneándome. Se dijeron que era urgente. Se zambulleron. No
lograron atraparme. Se zambulleron de nuevo, día tras día, más y más… Y
acabaron sacándome de allí. Literalmente me rescataron. Les debo la vida”
(Pennac 2008 p.23)
¿No vienen a tu
memoria, lectora, lector, los rostros de esos alumnos diferentes que fueron
rebasados por todos, hechos a un lado, excluidos por estar más limitados que
los demás, los que cargaban con un pasado lleno de fracasos y a quienes se
auguraba un futuro con más fracasos aún? ¿Cómo acoger amorosamente esa
diferencia? ¿No es esa una de las más esenciales tareas de un maestro?
“Para que el
conocimiento tenga alguna posibilidad de encarnarse en el presente, es
necesario dejar de blandir el pasado como una vergüenza y el porvenir como un
castigo” (Pennac 2008 p.40)
La relación y la
presencia.
Aprendemos en
relación, aprendemos con los otros y de los otros, aprendemos para existir con
otros. En cualquier experiencia educativa están los textos, los planes,
las evaluaciones, los materiales… Y están los otros y la relación que
establecemos con ellos, con sus dificultades y tropiezos, con sus roces y
conflictos, con sus logros y su solidaridad, con sus comparaciones, con sus
amores, con sus miradas. Y hay en ello una posibilidad incomparable para
aprender y descubrir.
Por supuesto la
relación está allí siempre, atendamos a ella o no, sin embargo, una
característica que me parece esencial en la propuesta gestáltica es aprovechar
esa interacción para el aprendizaje. Nuestro enfoque nos invita a mirar el
entre, lo que sucede en la frontera, lo que no podría surgir sin la presencia
de todos los que estamos en la situación y la creamos. No creo que se trate de
una obviedad: con enorme frecuencia en el salón de clases atendemos a la
materia, a los objetivos, a los contenidos, y estamos tan absortos en ello que
olvidamos mirarnos a nosotros y a las relaciones que construimos.
Vale la pena
empezar desde allí: ver la
relación. Alzar los ojos del libro o de la computadora o del pizarrón o del
profesor… y mirarnos. ¿Quiénes son estos con los que comparto este momento?
¿Cómo me relaciono con ellos? ¿Qué me enseñan? ¿Qué aprenden de mí? ¿Cómo
ocurre eso?
Se trata de sacar
la relación del fondo y volverla figura: verla, nombrarla, saborearla,
explorarla, enriquecernos de ella.
Esto implica
presencia. Estar realmente allí y estar del todo. Cada miembro del grupo
cuenta, cada uno tiene algo que aportar, aunque eso sea su silencio o su
distancia. Un docente gestáltico hace un lugar para cada alumno del grupo ya
sea con su palabra o con su mirada, lo ayuda a aparecer, como
dice Delacroix: “El conocer viene a partir del aparecer, de un aparecer visto,
reconocido, aceptado, compartido, comprendido…” (Delacroix 2010 p.29)
Porque cada uno,
con su mera existencia es co-creador de la situación. Nadie sobra, nadie está
de más; ser docente es estar dispuesto a participar de esa relación y a
mostrarse en ella. Quiero decir: no sólo como un observador experto, sino como
alguien que afecta y es afectado, que a la vez crea y es creado por esa
relación. Y eso supone estar allí. Estar plenamente, con toda su presencia, es
decir, con sus conocimientos y su saber, por supuesto, pero también con su
cuerpo y sus emociones, con sus dudas y titubeos, con su humanidad
completa. Arriesgándose a ser transformado él también en la relación con
los otros.
“La presencia
del profesor que habita plenamente su clase es perceptible de inmediato. Los
alumnos lo sienten desde el primer minuto, todos lo hemos experimentado: el
profesor acaba de entrar, está absolutamente allí (…) está presente,
distingue cada rostro, para él la clase existe de inmediato”. ( Pennac
2008 p.75)
El proceso como
aventura.
En el enfoque
Gestalt aprendemos a poner una especial atención al proceso, al cómo sucede lo
que sucede. Nos importa más el proceso que los resultados.
Las
instituciones educativas suelen estar muy preocupadas por los resultados: ¿Qué
objetivos se alcanzaron? ¿Qué calificación poner? ¿Qué evidencias hay de lo
conseguido?
Para nuestro
enfoque lo central es el camino, la aventura de ir caminando, con sus subidas y
bajadas, con sus avances y tropiezos. Y ese camino –lo siento, pero lo repetiré
una vez más- es co-creado, no puede ser impuesto desde afuera. Podemos
detenernos por algún tiempo ante un paisaje que nos atrapa, podemos cambiar de
dirección si algo nuevo nos interesa, podemos regresar a algún lugar que nos
gustó especialmente…
Durante el
proceso diferentes figuras emergen del fondo y se desvanecen de modo
espontaneo. ¿Cuáles? No es posible saberlo. Las que tienen más fuerza, las que
contrastan con el fondo, las que hablan de las necesidades más presentes, a
veces las más inesperadas… y surgen por algo, aunque ese algo sea misterioso.
Desde nuestra visión, no es posible imponer una figura, y si se impone, se
tratará de una figura pobre y sin energía. ¿No será que al perseguir objetivos
preestablecidos acabamos imponiendo figuras artificiales que no hacen sino ahogar
las figuras más espontaneas, más poderosas y más creativas de nuestros alumnos?
Comprendo que lo
que digo puede generar resistencia y quizá molestia, aún así elijo mantenerme
en lo que propongo. Puedo imaginar las objeciones: ¿Y los objetivos qué? ¿No se
corre el riesgo de perderse en el camino? ¿Y si no se llega a ningún
lado?
Por supuesto
está ese riesgo, no lo niego, pero el enfoque Gestalt apuesta por la
autorregulación organísmica, por la tendencia humana a crecer, por nuestra
capacidad de ajuste creador, que suele escapar a los límites que le imponemos.
“El
proceso de formación está pensado más bien como una aventura, Y una aventura
justamente es un viaje no planeado y no trazado anticipadamente, un viaje
abierto en el que puede ocurrir cualquier cosa, y en el que no se sabe a dónde
se va a llegar, ni siquiera si se va a llegar a alguna parte”. (Larrosa 2007,
p. 408)
Desde la
incertidumbre y el desequilibrio.
En su libro Los Siete Saberes Para la Educación del Futuro (2001),
Edgar Morín incluye la educación para la incertidumbre como una de esas siete
tareas esenciales. Estoy de acuerdo. Si el mundo, la realidad y nosotros mismos
estamos en constante movimiento, se vuelve necesario prepararnos para la
movilidad y no para la estabilidad. Es necesario educar para enfrentar procesos
dinámicos y no para sentarnos cómodamente suponiendo que la realidad es algo
fijo.
La educación
tradicional sigue pretendiendo preparar para lo estable, para lo inmóvil
y para lo cierto.
Una educación
con enfoque gestáltico no niega la incertidumbre ni la ve como un enemigo, sino
que la reconoce como un hecho presente capaz de generar posibilidades. El
conocimiento hoy es justo eso: “Navegar en un océano de incertidumbres a través
de un archipiélago de certezas”, dice Morin (2000 p. 81). Debemos
reconocer que es mucho más lo que ignoramos que lo que sabemos y que cuando
creemos saber algo, eso ya está cambiando, escapando de nuestras categorías y
de nuestros intentos de congelar la vida. Sabemos algunas cosas, sólo eso. Y
esas certezas son frágiles.
No se puede
aprender sin atravesar por la duda y el vacío, sin soltar lo que creíamos
seguro. No es posible hacerlo sin enfrentar nuestro no saber.
La incertidumbre
y la duda no sólo son nuestra única posibilidad de estar en un mundo que
cambia, son también, me parece, la posibilidad de compartir esa vivencia con
otros, de acompañarlos y dejarnos acompañar. Desde mi incertidumbre, puedo
abrazar la incertidumbre del otro. Mis propias dudas me abren a la posibilidad
de recibir la diferencia. Si yo no soy dueño de la verdad, puedo escuchar la
tuya con mayor apertura. La incertidumbre nos humaniza.
La certeza, por
el contrario, nos coloca en un lugar de inmovilidad. La certeza es fija,
absoluta, inamovible. Si la verdad está aquí y me pertenece, ya no hace falta
ir en su búsqueda. Si estoy cierto de que éste –el mío- es el camino, no queda
más que recorrerlo una y otra vez. ¿Para que desviarme en veredas que no sé a
dónde conduzcan si ya conozco la única y verdadera? A la larga, la certeza nos
condena a la repetición: camino una y otra vez sobre mis propios pasos. Es
interesante anotar que el principal criterio de disfuncionalidad e incluso de
patología en la visión gestáltica es, precisamente, lo repetido, lo que se
queda fijado, lo crónico. Por el contrario, los criterios de salud tienen que
ver con la flexibilidad, la creatividad, el movimiento. En otras palabras, ser
capaces de elegir a cada momento –en cada situación- nuestros pasos, de modo
que en lugar de seguir caminos ya andados podamos crear caminos nuevos. Y justo eso es aprender.
Para Perls, aprender es descubrir que algo es posible.
Pero diré algo
más: no solo es necesario educar para la incertidumbre. Me parece que no hay
aprendizaje posible sino desde la
incertidumbre. Aprender es eso: partir de lo conocido sin quedarse en
ello, enfrentarse a algo completamente nuevo que nos obligue a dudar de
lo conocido y a tener que transformarlo sin seguridad de hacia dónde me llevará
esa transformación.
Ese camino no
puede darse sin tropiezos y equivocaciones, sin fallas y dudas. Solo
intentando, creando, probando, rehaciendo, es posible eso que llamamos
aprendizaje. De modo que la incertidumbre no solo es un lugar al cual llegar,
sino también un punto de partida.
“Aquí la idea es
la de que el ser humano yerra todo el tiempo. Errar es algo característico de
la naturaleza humana. El hombre aprende corrigiendo sus errores. No hay nada de
errado en errar. Lo que es un error es pensar que la certeza existe, que la
verdad es absoluta, que el conocimiento es permanente” (Moreira, 2000)
Esta es la idea
de crecimiento que la psicoterapia Gestalt vislumbró: solo crecemos al ir más
allá de lo conocido (función personalidad) y al arriesgarnos a la novedad y su
incertidumbre. Nuestro organismo se enfrenta a esa novedad y por un momento no
hay más que posibilidades abiertas y cambiantes experimentadas en el cuerpo (función ello). Sólo si
permanecemos en esa zona de niebla y asombro, de apertura y misterio, es
posible saber lo que realmente necesito y elegir aquello que me permita avanzar
(función yo). No hay modo de
crecer si no es atravesando la falta de certezas y dejándose impactar por lo
nuevo. “Solo puede producirse un ajuste cuando existe un desajuste, cuando hay
un desequilibrio, así que podríamos incluso preguntarnos si no sería mejor
hablar de desequilibrio creador, siendo el ajuste creador meramente la fase
final de todo un proceso de reconstrucción”, dice Jean Marie Delacroix. (2004)
Una pedagogía de la
belleza.
Una aportación
central de la Gestalt es la de utilizar criterios estéticos para definir la
salud y el crecimiento. El proceso educativo no puede ser ajeno a esto. A un
docente gestáltico no le basta con hacerse entender al enseñar algo –lo cual ya
es todo un reto- sino que busca hacerlo con belleza.
Cuando digo
belleza, incluyo la claridad, por supuesto, pero mucho más, tal y como lo
proponen Perls y Goodman: incluyo también la intensidad, la fluidez, la espontaneidad,
el brillo, la unidad, el ritmo, la nitidez, la gracia. Lo que sucede “cuando el self se despliega en toda su potencialidad
creadora” (Delacroix 2010 p. 26) Un maestro es alguien capaz de encontrar
belleza, de crearla y de propiciarla en sus alumnos.
Se trata de
crear algo con los educandos, y que ese algo sea bello. Una belleza que para
serlo no puede quedarse congelada y fija, no puede ser una mera repetición de
fórmulas. Se trata de una belleza que surge en el momento y luego se desvanece,
para que puedan surgir nuevas bellezas. Dice Jean Marie Robine: “Rechazamos
inmovilizar la experiencia en una forma definitiva (…) Toda nuestra teoría
converge en una estética de lo efímero (…) las formas en terapia Gestalt no son
formas establecidas sino formas en movimiento” (Robine 2010 p.14-15)
No estoy
hablando de algo “lindo” o “bonito”, algo que no va más allá que lo fácil y lo
complaciente, algo meramente decorativo o empalagoso. Hablo de otra cosa:
esta creación estética es, si lo es realmente, un acto de rebeldía contra todas
las formas repetidas, contra el deseo de uniformarnos y de someternos.
“La obra verdadera –dice Delacroix citando a Adorno- es una protesta en contra
de la realidad en la que se afirma la dominación, una protesta capaz de transformar
la agresión en transgresión. Lo bello vendría entonces de la transformación de
la sumisión en transgresión, en liberación” (Delacroix 2010 p.26)
Para no concluir…
Entonces, ¿Es
posible construir una propuesta educativa desde el enfoque Gestalt?
No estoy seguro.
Estas páginas son un mero intento de poner en palabras –titubeantes- un puñado
de reflexiones.
La educación
siempre es un reto, pero es un reto urgente que vale la pena intentar. Miro a
mi alrededor, miro lo que sucede en mi país, y supongo que igual que a ti, me
duele. Y creo que si hay una posibilidad, esa posibilidad es la educación. La
vocación de educar, dice Hanna Arendt, surge de una herida, de ver que se
cancelan las posibilidades de vida. Educar es preservar la novedad que cada
vida trae consigo: es cuidar del mundo, ser responsables del mundo. Y aún
más: es nacer un mundo. (Arendt en Larrosa
1994 p.168-169)
¿Es posible? En
este punto siempre temo que mi deseo sustituya a la realidad. Pero si no me
aferro a esta esperanza ¿qué me quedaría? Entonces de nuevo me abrazo a las
palabras de Hanna Arendt:
“Que el hombre
es capaz de acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable” (Arendt 1993 p.266)
Preguntas.
Muchas preguntas para las que no tengo respuesta. Preguntas que invitan a
caminar, que abren. “El aprendizaje surge a partir de una pregunta en un caos,
no de una respuesta en el orden”, escuché en el inquietante documental “La
Educación Prohibida” (2012).
“Sólo las
preguntas podrían hacer retroceder la arrogancia de las respuestas”, dice Jorge
Larrosa. ¿Qué preguntas hacemos? O para ir aún más atrás: ¿Hacemos preguntas?
Me entusiasma la idea de una educación que le dé más importancia a las preguntas
que a las respuestas, que se permita atravesar por la experiencia de no saber,
que es de donde surgen las preguntas. “¿Qué más podría hacer un profesor por
sus alumnos que enseñarles a preguntar, si ésa es la fuente del conocimiento
humano?” (Moreira, 2000)
¿Respuestas?
Pocas.
Recurro
entonces, a las palabras de la poeta polaca Wislawa Szybrowska (1996) al
recibir el premio Nobel de literatura: “Por lo anterior, estimo altamente estas
dos pequeñas palabras: no sé. Pequeñas,
pero dotadas de alas para el vuelo. Nos agrandan la vida hasta una dimensión
que no cabe en nosotros mismos y hasta el tamaño en el que está suspendida
nuestra Tierra diminuta”.
Bibliografía.
Arendt, Hanna.
(1993) La Condición Humana. España. Paidós.
Delacroix, Jean
Marie. (2004, Otoño) Maravillarse, la irrupción de lo inesperado. Revista Figura Fondo no. 16. México. IHPG.
Delacroix, Jean
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Estética en Movimiento. Revista Figura Fondo No. 28.
México. IHPG
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(2003) Historia del Lápiz. España. Península.
Jarvis, Peter.
(2006) Universidades Corporativas. Nuevos Modelos de Aprendizaje en la
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Larrosa, Jorge.
(1994) Pedagogía Profana. Argentina. Noveduc
Larrosa, Jorge. (2007) La Experiencia de la Lectura. Estudios Sobre Literatura y
Formacion. México. Fondo de Cultura Económica
Larrosa, Jorge y
Skliar, Carlos. (2009) Experiencia y Alteridad en
Educación. Argentina. FLACSO. Homo Sapiens
Moreira, Marco
Antonio. (2000) Aprendizaje Significativo Crítico. Tomado
de: http://www.if.ufrgs.br/~moreira/apsigcritesp.pdf
Morin, Edgar.
(2001) Los Siete Saberes Para la Educación del Futuro. UNESCO,
Pennac, Daniel.
(2008) Mal de Escuela. España. Mondadori.
Perls,
Hefferline y Goodman (2002) Terapia Gestalt. Excitación y
Crecimiento de la Personalidad Humana. España. Libros del CTP.
Robine, Jean
Marie. (2010, Primavera) La Psicoterapia como Estética. Revista Figura-Fondo No. 27 México. IHPG
Schoch de
Neufron, Sylvie. (2000) La Relación Dialogal en Terapia
Gestalt. España. Los Libros del CTP.
Spagnuolo Lobb,
Margherita. (2013) El Ahora-Para-Lo-Que-Sigue en
Psicoterapia. La Psicoterapia de la Gestalt contada en la Sociedad Post-moderna.
España. Los Libros del CTP
Szymborska,
Wislawa. (1996) The Poet and the World. Discurso de recepción del premio Nobel de literatura 1996. Tomado
de:
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