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Buenaventura del Charco Olea Director de Aprende Viendo Terapia, España. |
El resentimiento, según la RAE hace referencia al
“sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien por considerarlo
causante de cierta ofensa o daño sufridos y que se manifiesta en palabras o
actos hostiles”. Pero, además, el resentimiento es el enfado que viene por el
hecho de que ese daño provocado, viene de no atender una determinada exigencia,
como a ser respetados, escuchados o valorados, por ejemplo.
El derecho que tiene cada ser humano a exigir a otro es
un tema espinoso. El propio Perls planteó en su afamada “Oración gestáltica”
que cada uno hace su parte en la vida y que no estamos aquí para cubrir las
exigencias de otros sino las nuestras propias, que esa es la responsabilidad
para obrar nuestra propia felicidad.

Tal y como señala John Stevens, esto es algo que suele
resultar muy amenazante, por lo que la mayoría de las veces no expresamos de
forma asertiva nuestras exigencias en las relaciones interpersonales, ya que el
miedo, a que el otro no quiera atenderlas (lo cual eslógicamente legítimo), que
nos rechace o nos juzgue por pedirlas, que se evidencien nuestras fallas o
debilidades (cuando exigimos cariño, o que no se nos digan determinadas cosas,
por ejemplo, estamos mostrando nuestro lado más vulnerable) o que nos
transmitan que esa exigencia es una responsabilidad propia, y que por tanto
debemos satisfacer nosotros y no a través de otro, hace que normalmente no las
expresemos de forma clara, sino que las disfracemos de acusaciones,
requerimientos, lamentos, quejas o llamadas de atención más o menos directas.
Esperamos que el otro detecte nuestras necesidades, sin tener que exigirlas ni
plantearlas abiertamente.
NO SOMOS CLAROS Y DIRECTOS CUANDO LAS REALIZAMOS, SINO
QUE LAS MAQUILLAMOS Y ENDULZAMOS PARA QUE SEAN MENOS AMENAZANTES, DE TAL FORMA
QUE NO ASUMIMOS LA RESPONSABILIDAD DE NUESTRA EXIGENCIA
Es
por esto por lo que tendemos a disfrazarlas, pero ello conlleva que de tanto
repetirlas en este formato disfrazado y deshonesto, llega un momento en el que
ni siquiera nosotros mismos las entendemos. Nuestra exigencia se vuelve confusa
por no ser expresada abiertamente, y al no ser satisfecha, algo que
difícilmente ocurrirá aun si el otro tiene buena disposición debido a que no la
planteamos de forma clara y enérgica, acaba generando en nosotros sensación de
resentimiento hacia el otro. “Nunca me dejas hablar, siempre tengo que oír tus
broncas” es un resentimiento que conlleva una exigencia detrás: Exijo que me
escuches y me dejes expresar mi criterio. La exigencia, aun siendo brusca,
permite una oportunidad de entendimiento y resolución, mientras que este tipo
de resentimientos, rara vez generan algo más oportuno que conflicto y hacen que
el paciente eluda su propia parte, quedándose anclado en la queja. Tal y como
decía Fritz Perls en sueños y existencia: Detrás de toda queja existe un no
asumir la propia responsabilidad. En este caso, en la queja del resentimiento
existe la no asunción de la responsabilidad de plantear de forma clara y
descubierta nuestra exigencia con el otro.
Es por esto, por lo que el trabajo de clarificación de
resentimientos con los pacientes, es particularmente importante en
psicoterapia. Merece la pena invertir tiempo en sesión, en explorar los
resentimientos que expresan los pacientes, y al oírlos no sólo validarlos y
reflejarlos empáticamente, sino profundizar en ellos, “seguir su rastro” y
recorrerlos “río arriba” para ver su origen, es importante que el paciente
exprese y verbalice sus resentimientos y conforme lo hace profundice y toma
conciencia de cómo se siente, y sobre todo, que mensaje enérgico necesita
expresar para solucionar el problema de ese resentimiento, cual es la
responsabilidad que existe detrás de la queja, qué tipo de exigencia asertiva
debe realizar al otro.
Al verbalizarlas de manera clara, también, el paciente
podrá tomar conciencia de cuales de sus exigencias son lógicas, y cuales, por
el contrario, se trata de deseos de no asumir la responsabilidad de ciertas
acciones o ciertas realidades que debe aceptar. También, realizando ejercicios
como ser las partes (silla vacía, ejercicios de fenomenología siendo el otro…)
podrá darse cuenta de cuáles de sus exigencias son inasumibles para el otro, lo
que le ayudará a saber si tiene sentido seguir esperando algo de otro que no
podrá nunca darlo.
Como siempre, el problema es que el mundo real nunca es
igual que el mundo ideal que nos gustaría, esa zona de fantasía sobre “cómo
deberían de ser las cosas” con la que realmente vivimos en lugar de aceptar el
mundo real y hacer las acciones congruentes con dicha realidad. Vivimos más en
contacto con esa zona de fantasía que con la propia realidad, de ahí que nos
quedemos esperando y resentidos con los demás y nosotros mimos por protegernos
del rechazo o el malestar que genera la exigencia clara y honesta.
MERECE LA PENA INVERTIR TIEMPO EN SESIÓN, EN EXPLORAR LOS
RESENTIMIENTOS QUE EXPRESAN LOS PACIENTES, Y AL OÍRLOS NO SÓLO VALIDARLOS Y
REFLEJARLOS EMPÁTICAMENTE, SINO PROFUNDIZAR EN ELLOS, “SEGUIR SU RASTRO” Y
RECORRERLOS “RÍO ARRIBA” PARA VER SU ORIGEN
Hay que entender que la exigencia no implica la
obligación del otro de satisfacerla, sino el acto de congruencia del sujeto
consigo mismo de demandar aquello que necesita y que considera justo en su
relación interpersonal del otro. Lo importante, no es el resultado de aquello
que ocurra (en este caso que la exigencia sea satisfecha o no) sino que el
paciente pueda entender su necesidad y emprender la acción de pedir aquello que
necesita, si el otro no desea satisfacerla, porque no puede o no lo desea, el
paciente deberá elegir una consecuencia, pero saldrá de ese estatus quo en el
que se mantenía en el que no expresa su exigencia de manera clara por el miedo
a las consecuencias pero, precisamente por eso, tampoco podía verla satisfecha,
quedándose enganchada en el resentimiento.
Cuando nos negamos a expresar el resentimiento, como
cualquier otra emoción, esta no desaparece, se trata de una conducta evitativa
que nos ahorra el malestar del conflicto inmediato, pero que, a la larga, nos
impide poder solucionar los problemas y cubrir nuestras necesidades,
emponzoñando las relaciones y también creándonos confusión y haciéndonos sentir
menos capaces de lo que realmente somos. Expresarlo de manera encubierta o
adulterada, como queja, lamento o crítica, nos ayuda a “pasar de puntillas” por
el mismo, y de tener la falsa sensación de satisfacerlo parcialmente al
emprender una acción parecida, pero es algo que sólo garantiza que el resentimiento
siga ahí intacto, esperando ser expresado, fijado como figura que no podrá
pasar a ser fondo hasta que no sea satisfecho plenamente mediante la honesta
exigencia, lo que hará que otras muchas necesidades y realidades de esa y otras
relaciones, queden siempre como fondo, impidiendo conectar con ellas.
Tal y como señala Stevens: “Sólo la plena aceptación y
expresión de un sentimiento le permite completarse y dejar camino para algo
más. (…) Toda reticencia a ser honestamente lo que soy y hacerle saber lo que
siento y vivencio, pone distancia entre nosotros. La expresión embozada de mis
sentimientos y acciones añade confusión adicional, resentimiento y dificultades
a cualquier problema real que exista entre nosotros.”
Artículo publicado en Aprende Viendo Terapia, la
plataforma online y presencial de entrenamiento en habilidades terapéuticas.
Tomado de: https://www.psyciencia.com/el-resentimiento-en-la-psicoterapia-gestalt/
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